Marta Rovira (Mas d’en Gil): “La DOQ Priorat ya está en transición hacia una tercera fase”

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02/02/2014

Marta Rovira es una de las hijas de Pere Rovira, fundador y alma de Mas d’en Gil, en Bellmunt del Priorat. Procedentes del Penedès, la familia Rovira Carbonell ha reconvertido la antigua Masia Barril (auténticos pioneros de los setenta), y Marta es una de las caras visibles del proyecto desde 1998. A sus prestgiosos vinos tintos y blancos, suman también elaboraciones “antropológicas” como los vinos dulces y los vinagres.

Tiene un vino dulce, Nus. ¿Es un capricho o es un proyecto de largo recorrido con vocación comercial?

A menudo decimos que nosotros tenemos un cierto espíritu antropológico. Desde este punto de vista, mi padre siempre explica que aquí había lo que se llamaban las “garnatxetes”, que eran vinos dulces. De hecho, aún ahora, cuando en el Priorat hay quien te dice que tiene un vino de “garnacha”, te está hablando de un vino dulce.

En este sentido, la tradición es larga en la zona.

Exactamente… Mi padre era muy consciente de esta tradición y, encima, tiene una debilidad por el chocolate. Sumen a este hecho que en 1999, por razones de vendimia, nosotros tuvimos una parte de pasificación de uva y ya estamos donde teníamos que estar: ese año elaboramos nuestro primer vino dulce y fue entonces cuando decidimos pasar unos cuantos años haciendo probaturas con varias elaboraciones de dulce.

¿Cuántos años?

Nueve años, en total… Primero experimentando con la pansificación de la uva, después haciendo algunas pruebas con mistela, etcétera. Y es así como, después de probar muchas cosas, hemos terminado haciendo Nus, que es uno de los coupages más complicados de Mas d’en Gil y que nos ha permitido conseguir el vino dulce del Priorat que queríamos: un vino dulce que es más vino que dulce y con una buena acidez.

A menudo, hasta ahora, estos vinos no han dejado de ser testimoniales o de consumo casero. ¿Cómo responden los mercados a este tipo de vinos?

Por nuestra experiencia en una treintena de países, te das cuenta que no todos los mercados están interesados​en los vinos dulces. Quiero decir que no es un gran nicho comercial, pero para nosotros es una gran satisfacción elaborar este vino tan artesanal y compartirlo con la gente que lo valora. Es lo que hablábamos al comenzar de nuestra vocación antropológica. Nos hace felices hacer este vino y comprobar que, además, se habla de él y la crítica lo elogia. Es todo un placer.

¿La elaboración de vinagres también forma parte de esta filosofía?

También hay mucha pasión, en este caso. Nosotros siempre decimos que mi padre tiene cuatro hijas, y una quinta que es el vinagre. De hecho, tenemos una de las pocas vinagrerías tradicionales que quedan en Cataluña. Elaboramos Agredolç a partir de soleras de los años cincuenta que ya había en Mas d’en Gil (cuando aún era Masia Barril), y tiene una buena aceptación en aquellos países donde existe un determinado consumidor que valora mucho la cultura del vinagre.

¿Por ejemplo?

Japón, Bélgica, Suiza o Estados Unidos.

¿Hemos descuidado el vinagre en este país?

Es una cuestión de la evolución del gusto  Al menos aquí, desde hace unos años, muchos de los vinagres que te han servido en los restaurantes son una especie de salsa dulce que no tiene nada que ver con el gusto de lo que llamábamos vinagre. Es como si hubiéramos deformado el concepto… En nuestro caso, hacemos vinagres que respetan la tradición, y que son complejos aromáticamente hablando, son ácidos y tienen sabor a vinagre.

Después de todos estos años, con Mas d’en Gil en marcha desde 1998, ¿en qué momento dirías que está el Priorat ahora mismo?

A mí me gusta decir que estamos en transición hacia una tercera fase. Hemos cerrado un segundo capítulo y ya estamos en el tercero.

¿Cuáles son estos capítulos, en tu opinión?

Para mí, el primer capítulo son Cellers d’Scaladei , De Müller y Masia Barril, en los años setenta, que son los que apuestan por embotellar los vinos que ya hacían la gente de aquí con mucho mérito. El segundo capítulo es el de los años ochenta y noventa en que se redefine el Priorat y se importan algunas variedades foráneas, reflejándose en lo que hacen en Francia y en otras zonas vitivinícolas del mundo…

Ampolles antigues

¿Y la tercera fase?

La tercera fase en la que ya hemos entrado es la que nos vuelve a hacer mirar hacia atrás para reconocer que, más allá de lo que suceda en Francia u otros lugares, aquí tenemos unas variedades que son la garnacha y la cariñena, que nos llevan a hacer unos vinos singulares y completamente diferentes a los del resto del mundo. Es decir, en esta tercera fase estamos llevando a la práctica algunas de las cosas que hemos aprendido en los últimos veinte años. Y una de esas cosas es que los vinos del Priorat han de tener sabor de Priorat. Es así de sencillo…

De hecho, vosotros estáis sustituyendo las variedades foráneas que había en la finca…

Sí, llevamos años haciéndolo. Por ejemplo, nosotros teníamos, como herencia de Masia Barril, unas parcelas de Merlot, que arrancamos al cabo de muy poco. Y desde entonces tenemos sobre la mesa una reconversión de la finca, que vamos haciendo de manera planificada, de cara a sustituir las variedades foráneas que había por otras autóctonas, salvo una excepción que hacemos con una pequeña parcela de syrah. En nuestro caso, ahora mismo, nuestra finca es de garnacha en un 70%.

¿Qué más hemos aprendido en los últimos veinte años?

Yo diría que la filosofía que hay detrás de los vins de vila (vinos de villa) de la DOQ Priorat, es muy buena. Ésta es la línea que debemos seguir pero, si os digo la verdad, yo incluso iría más allá y pienso que en las etiquetas de las botellas de la DOQ Priorat, la palabra más grande y visible debería ser Priorat, en primer lugar. El nombre del pueblo o de la finca, debería estar en segundo lugar. Y el más pequeño debería ser el nombre del elaborador.

Como ocurre en Francia, por ejemplo.

Y como ocurre en todas las zonas de vinos clásicos del mundo que juegan o quieren jugar en primera división, a veces, no hay que inventar nada. Lo que hay que hacer, simplemente, es observar qué hacen los elaboradores del mundo que comercializan determinados vinos clásicos desde hace muchos años. Y si te fijas, hay un código en el etiquetado de los vinos mundiales de primera división que quizás aquí no nos deberíamos saltar.

Estos acuerdos nos cuestan mucho, pero, en este país.

Sí, pero pienso que deberíamos llegar a unos consensos mínimos. En un territorio con tanta historia vitivinícola como es la DOQ Priorat y en un momento en el que, además, todos queremos expresar la especificidad de este territorio con los vinos, el nombre más destacado en las botellas debería ser: PRIORAT.