El payés sabio de Porrera del siglo XVIII
Como el boom vitivinícola del Priorat ha sido tan ruidoso e internacional, a menudo nos sorprende que en nuestras tiendas entren clientes convencidos de que hacer vino en esta comarca es un fenómeno relativamente reciente, como si la cosa tuviera cuatro días. También hay otros que, en cambio, sí saben que en el Priorat hace cientos de años que se elaboran vinos pero al mismo tiempo piensan que antes del resurgimiento no había nada que valiera la pena, como si los agricultores prioratinos hubieran sido, históricamente, unos seres pobres de espíritu aniquilados por una especie de ignorancia secular. No hay nada más lejos de la realidad.
Para ver hasta qué punto los agricultores prioratinos eran gente que sabía, históricamente, lo que se traía entre manos en la viña, hay un libro divertido y fundamental. Se titula ‘Tratado de agricultura: manuscrito anónimo de Porrera del siglo dieciocho’ (editado en 1998 por el Centro de Estudios Comarcal Josep Iglesias de Reus), que recoge los conocimientos de un campesino de casi hace tres siglos. Recopilado y comentado por Isabel Juncosa Ginesta, el campesino anónimo de Porrera del siglo XVIII da consejos como este: “cuando se ponga en vendimiar, advertirá a los cortadores de uvas que si encuentran uvas que no son lo suficientemente maduras u otras medio podridas, es decir, todo la uva mala, no deberá mezclarla con la buena”. Más consejos todavía. Dice nuestro agricultor ilustrado del XVIII: “Tendréis cuidado en limpiar el lagar y las portadoras y todas las herramientas que tienen que tocar las uvas, que quieren gran curiosidad”.
Y no deja de ser chocante porque ustedes ya saben que la elección de la uva y la higiene en la bodega siguen siendo hoy día dos de las grandes preocupaciones de aquellos que buscan la máxima calidad a la hora de hacer vino. La uva se debe elegir cuidadosamente, siempre. Esto lo dice todo el mundo ahora. Y es que nuestro escribiente sabía perfectamente que se decía cuando hablaba de vid, y ya alababa las virtudes de la piedra pizarra, describía las variedades de uva (las que se adaptaban más o menos al terreno), y no se olvidó de hacer otras recomendaciones vitivinícolas que, a día de hoy, todavía son perfectamente válidas.Una buena muestra de que la tradición vitícola de la comarca en pro de la excelencia no es una invención de hace veinte años.
Más allá del vino, en su texto, el campesino historiado hace tres siglos daba consejos que hoy en día no dejan de sorprender porque, ciertamente, los tiempos han cambiado una barbaridad. Por ejemplo, el agricultor anónimo de Porrera sufría por los pretendientes de sus hijas, y alertaba a todo el mundo que: “el agricultor ya puede advertir a sus hijas que no se fíen de ningún hombre, que no dicen ninguna verdad cuando dicen que las aman”. El campesino anónimo de Porrera también tenía muy claro que a la hora de contratar a un trabajador, había que asegurarse, sobre todas las cosas, que fuera un buen cristiano. Según él, los que no lo son suelen ser unos renegados, “la desgracia va tras ellos y siempre tienen animales cojos y enfermedades en la familia”… Y aún hay más: “no cae ninguna piedra del cielo que no toque su finca, y esto va en detrimento suyo y del dueño”.