Anna Molina, Els Vil·lusionistes: "Me daba mucha pena pensar que perderíamos los viñedos que la familia ha cultivado toda la vida"

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12/01/2017

Entrevistamos a Anna Molina, uno de los puntales de "Els Vil·lusionistes", una bodega de La Vilella Baixa, que tiene el estandarte y carta de presentación en su vino "Unànim", que distribuimos por todo el país desde Vins i Olis del Priorat y Aguiló Vinateria.

Eres de La Vilella Baixa, vives en Dinamarca y has decidido hacer vino de los viñedos familiares. ¿Por qué?

Hace más de veinte años que vivo en Dinamarca y en la Vilella Baixa tengo mi familia, que son payeses, tienen fincas y, lógicamente, se han ido haciendo mayores. Así que hubo un momento que familiarmente nos empezamos a plantear qué teníamos que hacer con las tierras y los viñedos. Quién iba a continuar, si es que alguien tenía que continuar... El caso es que un buen día, un amigo mío de la infancia, Sergi Siuraneta, que también tiene viña y es agricultor, me hizo una propuesta: "escucha Anna, ¿y si hacemos vino tú y yo? "

Y le dijiste que sí...

Bueno, le dije que me diera veinticuatro horas para pensarlo y, finalmente, terminé diciéndole que sí. Pero tuve que pensarlo mucho porque las opciones sólo eran dos: o tomarme la tierra y el vino como un proyecto personal o venderme las fincas, dado que yo sigo viviendo muy lejos del Priorat. Definitivamente, sin embargo, me pudo más el corazón que la cabeza, y aquí estamos.

¿Qué pesó en la decisión?

De entrada, me daba mucha pena pensar que mi familia perdería unas tierras que hemos cultivado toda la vida y que siento que son una parte esencial de mis padres, de mis abuelos y de mi vida.

¿Te pudo cierta obligación histórica o generacional?

Más que obligación, te diría que me pesó un cierto orgullo histórico. Me dije que no podía abandonarlo todo, que tengo una cierta responsabilidad como hija de esta tierra. Es verdad que ahora en el Priorat se abren nuevas bodegas con inversores que vienen de todo el mundo, y a mí me parece muy bien, pero también pienso que los prioratinos tenemos que hacer un paso adelante porque sino lo hacemos, corremos el riesgo de que nos ocurra lo que ya ocurre en regiones como la Champaña o Borgoña, donde cada vez más lo controlan todo las grandes empresas rusas o chinas... Yo no me puedo mirar el Priorat y mis viñedos desde una perspectiva exclusivamente económica y productiva.

También tienes unos vínculos culturales y emocionales, con la tierra.

A mí, la tierra también me pide un cierto respeto por la tradición, el patrimonio y lo que ha sido mi familia y mi vida. A mí no me gustaría que las tierras del Priorat acabaran todas en manos de grandes empresas con trabajadores agrícolas. Yo pienso que el campesinado, en comarcas como la nuestra, ha sido tradicionalmente otra cosa. Culturalmente, no es lo mismo ser el trabajador agrícola de una gran empresa que un campesino. La relación con la tierra, no es la misma, en un caso o en otro.

Y decidiste dar un paso al frente.

Sí. Me convencí que hacer vino y comercializarlo era la única fórmula que me podía permitir sostener las tierras familiares. Yo sigo viviendo lejos, y mi amigo Sergi, agricultor de la Viella Baixa, hace de viticultor y bodeguero. Él es el hombre de la tierra, mientras que yo me dedico a la venta, el marketing, la comunicación y la captación de clientes, lo que, en gran medida, puedo hacer desde la distancia.

¿Todo el proyecto lo impulsáis entre dos?

Tres: Sergi y yo, y Roser Amorós, que es nuestra enóloga.

¿En qué consiste el proyecto desde un punto de vista vitivinícola?

El punto de partida son nuestras viñas, las de Sergi y mías. A partir de aquí lo que decidimos es que no queríamos correr demasiado, con la idea de planificar bien las cosas y aprender de los errores que, a nuestro entender, se han cometido antes. Así que empezamos a vinificar en otra bodega y, eso sí, desde el primer momento nos hemos dedicado a explorar y tratar de abrir canales de venta. Hasta ahora, todo el vino lo hemos exportado a Dinamarca, o prácticamente todo. Es ahora que empezamos a abrirnos a otros mercados, empezando por el catalán.

Y ya tenéis bodega.

Sí. Es ahora, tres años después, que hemos hecho la bodega con la idea de controlar todo el proceso, desde el principio hasta el final. La bodega está en la Vilella Baixa, en los bajos de un edificio que era un antiguo café.

¿Qué tipo de vinos elaboráis?

Hacemos vinos sin barrica. Por un lado, porque la tendencia es hacer este tipo de vinos muy respetuosos con la tierra y la fruta, pero también porque son los vinos que a nosotros gustan. En mi caso, casi te diría que es un trauma que arrastro des de pequeña porque yo recuerdo que, en casa, cuando mis padres se hacían el vino, a mí dejaba de gustarme a partir del momento en que lo ponían en madera.

¿Cómo envejecéis el vino?

Lo que intentamos es envejecer el vino con otros métodos que no sean la barrica de madera. Trabajamos con ánfora y inox, de momento. Intentamos conservar la intensidad de la fruta y, como que las viñas son bastante viejas, los vinos tienen bastante cuerpo. Conseguimos obtener un vino muy vivo pero sin el peso de la madera.

Respecto a la tierra y a la uva. ¿Éstas son las claves de lo que hacéis?

No es casualidad que nuestro logo sea una veleta. Somos firmes partidarios de dejarnos llevar por la naturaleza, de respetarla. Y eso significa respetar todo: las uvas, las vides, la tierra... Por ejemplo, minimizamos los sulfitos y ahora estamos en pleno proceso de convertir los viñedos convencionales en cultivo ecológico, etcétera. Pensamos que ésta es también una cierta obligación generacional: hay que respetar el patrimonio agrícola familiar y las maneras de hacer las cosas, pero también hay que ser coherentes con la época que nos ha tocado vivir.

¿Cómo ves el Priorat desde Dinamarca después de tantos años?

A mí me gusta recordar que en esta tierra, más allá de lo que ha pasado los últimos veinte años, siempre ha habido viñedos y familias campesinas. Es decir, me gusta recordar que hacer vino en el Priorat no es un proyecto nuevo. Es una práctica antiquísima. El vino y esta tierra son inseparables. Y es lógico: mi padre siempre dice y yo estoy convencida: "hacer vinos malos en el Priorat es casi imposible". Otra cosa es como los comercializas y si sales o no sales adelante a la hora de vender en los mercados internacionales.

¿Qué visión se tiene en Dinamarca de los vinos del Priorat?

Muy buena. Los vinos del Priorat empiezan a ser muy conocidos allí. En nuestro caso, tenemos una pequeña distribuidora en Dinamarca y lo que intentamos es contar siempre cómo es el Priorat y cuál es su historia. El cliente debe comprender por qué los vinos del Priorat no son baratos y esto sólo se entiende si tú conoces las condiciones del terreno y del cultivo. Es por este motivo que nos gusta mucho invitar a daneses a la vendimia. Porque es esencial que comprendan que el Priorat no es la Pampa argentina.